En un pueblo
cuyo nombre no recuerdo la gente estaba feliz y tranquila siempre y cuando no
se acercaran al lago maldito. ¿Qué era esto? Contaba una leyenda en el pueblo
que una vez existió allí una niña llamada Tatiana con una extraña
particularidad: tenía un ojo normal y otro ojo blanco, totalmente blanco. Verle
ese ojo era tan extraño que a algunas personas les daba miedo. Incluso creían
que ella estaba maldita. Sin embargo, ella era muy bondadosa y simpática,
aunque no se la veía frecuentar con muchos amigos porque ese defecto en su ojo
izquierdo hacía que los niños se le alejaran. Los mas maliciosos le hacían
bromas, algunas muy pesadas; pero ella, ajena a enojarse o estar triste, se
dedicaba a escribir canciones y a caminar en las orillas del lago, sintiendo el
sol en su piel y disfrutando de la calida brisa. Pero un día varios de esos
niños supo que lo que más le gustaba a ella era estar en ese lago y entonces
decidió hacerle una gran broma: hacerle creer que allí existía un monstruo. Con
varios cómplices, preparó un traje de monstruo y espero a que este oscureciendo
para sorprender a Tatiana. Pero la mala suerte fue tal, que cuando el niño
disfrazado de monstruo se presentó frente a sus ojos, ella lo único que pudo
hacer fue tirarse al lago. No sabia nadar, nadie jamás le había enseñado. Los
niños, asustados por el hecho de que aquella niña con ese ojo tan extraño
pudiera hacerle una brujería, no la ayudaron y ella, después de intentar
salvarse, murió ahogada. Lo último que dijo antes de hundirse totalmente fue:
-¡Ayúdenme! Soy
Tatiana-
Pasó el tiempo
y un día, cuando uno de los niños que la cargaban se metió al lago un día y
jugando a ser ella mencionó: ¡Ayúdenme! Soy Tatiana, el lago se volvió frío y
el cielo oscuro. Por la noche su madre que le leía un cuento vio como de
repente pasos de pies mojados aparecieron por toda la habitación y también vio
como segundos después el niño era arrastrado hasta el fondo del lago,
desapareciendo. Tiempo después encontraron el cadáver del niño, sin su ojo
izquierdo. Es por eso que ningún habitante de ese pueblo atrevía a acercarse al
lago.
Cuando Lucas
oyó esta historia no pudo evitar reírse.
-No pueden
creer en estos cuentos para niños- decía. A su amigo, Gastón, no le causaba
ninguna gracia esa historia.
-Te propongo
algo. Te apuesto todos mis ahorros a que voy al lago, digo “Ayúdenme, soy Tatiana
y nada va a pasar- propuso Lucas. Gastón no quería saber nada, sin embargo, era
codicioso y sabía que Lucas tenía grandes ahorros producto de todos los
domingos de su madre.
-Listo, hoy a
la tarde-
Ese mismo tarde
Lucas entró al agua y gritó “¡Ayúdenme! ¡Soy Tatiana!” con todas sus fuerzas y más
de cinco veces, como si realmente él fuera el que se estuviera ahogando. Lo
dijo con tanto énfasis y seguridad, que Gastón quedó muy atemorizado. Esa misma
noche y en la siguiente no sucedió nada y Gastón tuvo que aceptar ante su amigo
que era un tonto al creer esa fantasía. Sin embargo, en la tercera noche
empezaron las cosas raras.
Lucas dormía
tranquilamente cuando sintió algo mojado en su cama. Prendió la luz y encontró
huellas de pies mojados en su habitación y un lado de la cama estaba mojado. En
un momento sintió pánico, pensando en que Tatiana lo había ido a buscar, pero
luego reaccionó y se convenció que esa fue una broma de su hermano. Se hizo el
tonto y volvió a dormir. Dos días después, mientras se bañaba, sintió mucha
comezón en su pierna. Cuando se agachó para rascarse, vio algo que lo paralizó.
Por la rejilla salía una mano descompuesta y muerta que le agarraba el pie.
Pero esto fue poco: esa mano descompuesta y muerta comenzó a jalarlo y lo hizo
tropezar. Lucas comenzó a forcejear con tanta fuerza que en un momento la mano
se desprendió y el brazo desapareció. La mano quedó sujeta en el pie de Lucas.
Esto fue demasiado para él; salió corriendo del baño lo más rápido que pudo
para buscar ayuda. Pero cuando explicó lo sucedido nadie le creyó. Intentó
demostrar su historia mostrando la mano muerta, pero había desaparecido.
<<Habrá
sido mi imaginación>> pensó. Esa noche no pudo dormir, porque estaba muy
preocupado por su alma. Lamentó mucho haberse burlado de la historia y en ese
momento no pensaba en otra cosa más que en cómo haría para salvarse de ser
arrastrado al fondo del lago.
Al otro día
comentó su problema desesperado a Gastón, pero este, que ya había dejado de
creer en esa historia, se burló de él como día antes Lucas mismo lo había
hecho. Con mucho miedo, Lucas preguntaba por doquier quien podía ayudarlo, pero
la gente supersticiosa no quería meterse con la niña del lago y no hicieron
nada.
Por la noche,
Lucas no podía dormir. Con miedo y con los ojos abiertos, pensaba que la niña
lo vendría a buscar en cualquier momento. No paraba de sentir en su habitación
pasos mojados de algo, y por más que a cada rato prendía la luz, no hallaba
nada. Intentaba calmarse diciéndose que todo era su maldita imaginación, pero
además de pasos, comenzó a oír lamentos y voces de una niña que pedía ayuda. Esto
lo alteró completamente. Al otro día, se acercó al lago con la intención de ver
como podía hacer para deshacer lo que hizo, pero en vez de eso se encontró con
una sorpresa mayor: cuando se acercó al lago sintió una respiración detrás
suyo. Cuando se dio vuelta rápidamente encontró a una niña. La niña tenía deformaciones
en la cara, estaba descompuesta y estaba pálida. Su olor era nauseabundo. Le
faltaba una mano y cuando Lucas miró su pie, nuevamente la mano cortada estaba
allí, tomándolo firmemente. Lucas le miró la cara nuevamente y ahí encontró la
prueba que necesitaba: los ojos de la niña, un negro y el otro blanco. Quiso
gritar y salir corriendo, pero la niña lo empujó con su única mano al lago tan
fuertemente que cayó al agua varios metros lejos de la tierra. Lucas sabía
nadar y pudo salir del agua rápidamente, pero con un terror que le heló la
sangre. Ya no había presencia de ninguna niña, pero el la recordaba como si la
viera en ese momento. Su final estaba cerca.
Llegó a su casa
totalmente asustado y mojado. Su madre le preguntó que había pasado, pero él no
supo que decir y se fue a su cuarto sin contestar. Por la noche no pudo dormir
pensando en esa horrible criatura del más allá. Estuvo con la luz encendida
todo el tiempo, hasta que de repente se apagó. Gritó a su madre para que le
dijera que había pasado, pero nadie escuchó. En el medio de la oscuridad, vio
la luz que era reflejada en la ventana. Había algo más allí. Se podía ver
claramente la silueta de una niña. Se dio vuelta y sintió nuevamente el olor
nauseabundo que sintió el mismo día en el lago. Le suplicó a la niña por su
vida, pero la niña no lo escuchó y lo tomó de los pies.
Lucas
desapareció por más de tres semanas. Un día Gastón contó la historia a las
autoridades y dedujo que tal vez estaba en el fondo del lago. Lo buscaron
durante todo un día hasta que encontraron su cadáver. Para la sorpresa de
todos, aunque su descomposición estaba avanzada, aun se le podían ver los ojos.
Uno, el izquierdo, había desaparecido.
Muchos años
después una vecina confesó haber visto la noche de la desaparición a una niña
arrastrando a un chico que parecía pedir ayuda, aunque muy débilmente. Gastón
jamás volvió a hablar del tema y se mostraba escéptico; pero en el fondo
siempre supo que su amigo desapareció porque Tatiana se lo llevó al mundo de
los muertos.
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