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sábado, 27 de octubre de 2012

La mujer de rojo




El 13 de Febrero de 19… me ocurrió un hecho muy extraño. Iba conduciendo mi auto tranquilamente por una carretera completamente oscura por la noche, solo iluminada por un cuarto de luna. El paisaje podía describirse bastante terrorífico: durante muchos kilómetros solo había campos y campos, apenas interrumpidos entre sí por una serie de árboles plantados de manera estratégica para proteger los cultivos. En estos campos, había una espesa niebla que cubría el fondo de estos campos sin llegar a la carretera. Se podría decir que la niebla cubría millones de aterradores misterios que dentro de la noche ocurrían allí. Parecía ser una barrera entre lo real y o fantástico.
Estaba conduciendo cuando de repente veo en medio de la calle a una mujer tirada en el suelo. Estacioné en la orilla y luego me acerqué a la chica. Era realmente hermosa, tenía facciones en el rostro fascinantes y su aroma era cautivador. Llevaba puesto un vestido rojo fuerte, muy llamativo y seductor. Intenté despertarla, pero no pude. Parecía encantada, porque respiraba, pero sus ojos no se abrían. Decidí por lo tanto, llevarla al hospital del pueblo más cercano, ya que creí que estaba mal. Estaba a punto de levantarla cuando escuché un horripilante grito, un ruido ensordecedor, desgarrador, proveniente de algún punto de la niebla. Alarmado caminé un par de pasos hacia el campo donde creí escuchar el grito. No solo no vi nada, sino que por miedo, me detuve. Pensé que ese ruido no podía ser humano, por lo fuerte que había sido. Me imaginé a un peligroso animal que se había perdido en ese paisaje y me asusté. Decidí irme cuanto antes, así que me di vuelta para llevarme a la mujer. Para mi sorpresa, ya no estaba. Lo primero que creí era que todo se había tratado de un espejismo, pero sin la luz del sol, era improbable, así que miré por los costados para ver si había alguien. Lo único que pude observar era un auto rojo que estaba al lado de mi auto. Ese vehículo se alejó a toda velocidad. Imaginé que mi chica se encontraba ahí adentro, así que decidí subir al mío y seguirlo. Cuando arranqué, el auto rojo estaba muy lejos. Lo único que se veía de él eran dos lucecitas rojas muy pequeñas, que seguro se trataban de los faros traseros. Lo seguía decidido y en reserva, ya que apagué mis luces para que se me dieran cuenta de que estaba siguiéndolos, quien fuera el que estuviera ahí. Lo seguí durante varios minutos, hasta que los dos puntos rojos desaparecieron. No había nada más que oscuridad en la calle. Entonces frené y encendí las luces. La luna que alumbraba un poco el camino había sido cubierta por las nubes, así que solo los faros de auto alumbraban la carretera.
Salí del auto y comencé a pensar en lo que había sucedido. Llegué a la conclusión de que todo había sido obra de mi imaginación. Entonces subí a mi auto y continué mi viaje. A los pocos minutos tuve que frenar bruscamente porque mis faros repentinamente se apagaron. Intenté volverlos a encender pero no pude, por lo que debí bajar para observar que estaba sucediendo. En el momento en el que yo estaba distraído mirando los faros del auto, siento una pequeña vibración en la carretera. Miro adelante y veo que un auto se acercaba hacia mí. Pude observar que al momento de pasar por al lado de mi coche frenó bruscamente. Pensé que me había visto por lo que creí que iba a ayudarme, pero al acercarme unos pasos, pude observar que delante del auto, a unos pocos metros e iluminada por los faros, se encontraba mi chica de rojo. Estaba como la había encontrado, desmayada. Un hombre se bajó del auto y pude observar que estaba bastante perplejo por la visión que había en medio de la carretera. ¿Quién era esa chica y qué hacía ahí? Me pregunté mientras veía que el hombre se acercaba a ella e intentaba despertarla. Noté que mi presencia no lo había advertido, así que aproveché para esconderme en la oscuridad y ver que sucedía.
El hombre intentó despertarla pero no lo consiguió. Entonces la tomó en sus brazos, la alzó y se dirigió hacia el auto para llevársela. Pero se detuvo de pronto. Su rostro, como pude observar, se contrajo de una manera extraña. Se arrodilló y dejó caer a la mujer. Ella hasta ese momento parecía dormida, pero de pronto levantó uno de sus delicados brazos. El hombre estaba tieso, tenía la boca abierta y parecía querer gritar. Ella se levantó por completo. Era muy alta. Miró fijamente al hombre arrodillado, que al momento comenzó a gritar de desgarradora manera. Tuve que tapar mis oídos porque su grito me estaba aturdiendo. Él comenzó a contraerse, como si un animal le estuviera destrozando las entrañas. Yo no podía moverme. El hombre se levantó y comenzó a correr desesperadamente, pero a los pocos metros se desvaneció. El cuerpo, después de caer, comenzó a arder en llamas, sin que nada lo haya tocado. La mujer de rojos se le acercó. Con su delicada mano, lo agarró de la pierna y comenzó a arrastrarlo. Me impresionó el hecho de que el fuego no la quemara, o eso parecía. Un auto rojo igual al que se la había llevado cuando me la encontré frenó en el lugar. Ella tomó al cadáver, lo introdujo en el auto, luego se metió ella y finalmente, el auto se alejó rápidamente hasta que de este no quedaba más rastros que las dos lucecitas rojas traseras que parecían muy lejanas.
Quedé horrorizado. En ese momento mis faros se volvieron a encender, pero pasaron bastantes minutos antes de que me subiera al vehículo y me alejara de allí.
Ya pasaron varios años desde que viví esto, y les puedo asegurar que aún tengo pesadillas. Hay cosas que me cuestan creer que las vi. ¿Quién era esa chica? ¿Se trataba del mismo diablo? Que me hubiera sucedido si la hubiera levantado. Al pensar eso, no puedo no preguntar porqué escuché ese grito, que fue el que me salvó. ¿Se trataba de un símbolo del destino, que no quería que muriera en ese momento? ¿Había alguien vigilándome? Si eso era cierto, ¿Cómo hizo para dar tremendo grito? ¿Cómo sabía lo que me iba a suceder si la alzaba? ¿Debía yo hacer lo mismo con el pobre hombre que al final fue arrastrado a no sé que lugar? Yo no sabía nada, jamás pude haberlo ayudado. Tal vez jamás debí estar allí. Tal vez esa noche yo fui un accidente del destino. Tal vez él único que debía morir era aquel pobre hombre, asesinado por esa hermosa mujer de rojo.

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