No he dormido
desde entonces. No pude volver a mirar a un espejo ni tampoco pude jamás volver
a fijarme en una mujer. Todo lo que sucedió esa noche fue tan terrorífico que
me marcó para siempre. Les contaré la historia.
Hace muchos años,
yo tenía un trabajo y una novia muy hermosa, con la cual estaba apunto de
casarme. Ella se llamaba Bárbara y le decíamos Barbie, ya que además de ser muy linda, era rubia y siempre llevaba
un cabello largo y lacio, por lo que tenía un peculiar parecido a la famosa
muñeca.
Una semana
antes de la boda, Barbie me llamó muy asustada; estaba llorando y decía que
había visto algo horrible. Le pregunté que era lo que había visto y muy
entrecortadamente por su agitación y su llanto, me dijo que cuando estaba caminando
con una amiga, vieron una parejita de novios que caminaba muy tranquilamente
por la calle. Los vecinos siempre veían a esa parejita de jóvenes caminar por
esa calle, todos los días a la misma hora; pero lo más extraño era que nadie
los conocía ni se sabía si eran del barrio. Cuando Bárbara y su amiga los
cruzaron, mi novia no pudo contener una pequeña risita que se le escapó porque
esa pareja desconocida le recordaron sus primeros meses de novios conmigo, en
esa época que ambos teníamos dieciséis años. Pero aparentemente, la pareja
desconocida se tomó a mal esa risa, porque cuando Bárbara giró la cabeza para
verlos un rato más, vio la cara de la joven que la miraba fijamente y con un
gesto de temible enojo. Pero eso no fue lo que asustó a mi novia, sino que
fueron sus ojos inexpresivos y muertos de la joven lo que la sobresaltó
primero, y el que después comprobara que la misma joven estaba pálida como un
papel y que rechinaba unos dientes negros encerrados en unos labios violetas le
hizo comprobar que la chica estaba muerta. Intenté por todos los medios
explicarle a Barbie que los muertos no podían caminar así como así por la calle
y que seguramente había sido algo de su imaginación, pero ella estaba
convencida de que había visto y, lo que era peor, había hecho enojar a un
muerto, por lo que lloraba y temblaba de miedo.
Los tres días
siguientes me quedaba todo el tiempo con ella, intentando consolarla e
intentando borrar esas imágenes crueles de su mente. Su amiga me decía que no
había visto nada y que mi novia se había puesto a llorar de un momento a otro,
sin haber nada aparentemente fuera de lugar para que ello ocurra. Yo supuse
entonces que Barbie estaba muy ansiosa por la boda y que eso le jugaba malas
pasadas a su mente.
Dos día antes del casamiento, ella estaba muy
asustada, porque decía que soñaba que la Joven que la había visto le robaba su cuerpo. Yo
estaba seguro que todo era solo un susto de ella y que la despedida de soltera
que iba a tener al día siguiente la calmaría por completo.
El día del
casamiento ella estaba hermosa y sorprendentemente muy alegre y feliz, como si
hubiera cumplido el sueño de mi vida. Hasta por un momento tuve la sensación de
que no era Bárbara con la que me estaba casando, pero eso era ridículo.
Sin embargo,
los días siguientes fueron muy extraños. Había cosas nuevas en Bárbara que
nunca esperaba ver. Ella ya no dormía y solía esquivarle a los espejos, lo que
me parecía raro porque ella acostumbraba a verse al espejo todos los días para
ver si estaba bien vestida y peinada. Además, estaba muy pegada a mi, no dejaba
de abrazarme ni besarme y siempre quería que me quedara con ella, sin
importarle siquiera el hecho de que tenía que ir a trabajar ni nada, lo que era
raro porque Barbie siempre fue responsable por ella y por mi mientras éramos
novios. Supuse que lo que me decían mis compañeros de trabajo acerca de que el
matrimonio nos cambiaría no era tan errado, pero sin embargo seguía teniendo la
sensación de que ella no era Barbie, sino otra persona disfrazada.
Un día, mientras
ella cerraba sus ojos apoyada en mi hombro, agarré un espejo chiquito y me miré para ver como estaba peinado.
Cuando me acerqué a Bárbara para mirarla a ella también, descubrí con horror
que mientras lo que yo veía con mis ojos era Bárbara, el espejo me mostraba que
era otra mujer, pálida, con dientes negros y labios violetas, una mujer muerta.
Huí
sobresaltado. No podía creer lo que había pasado, era como un sueño, pero
confirmaba todas mis sospechas desde que me casé con “ella”. Me casé con una
mujer equivocada. Me casé con alguien que se disfrazó de Bárbara. Y lo peor era
que no tenía ni idea de adónde había terminado mi novia.
La convivencia
con “Bárbara” desde ese momento fue muy difícil. Ella me seguía a todos lados y
yo, con la sensación de haberme casado con una muerta, quería librarme de ella
como sea. Pero nunca se puede librarse de un muerto, por lo que supuse que
tenía que descubrir porque mató a mi novia y tomó su cuerpo.
La cara de la
muerta me pareció familiar. La busqué por todos los diarios hasta que encontré
una fotografía de la muerta. Llevaba muerta muchos años, víctima de un
asesinato que más bien fue una locura.
Ella estaba a
punto de casarse, pero un día antes de la boda, día que toda su vida soñó, su
futuro esposo la mató en un acto de demencia, suicidándose luego; nunca se supo
porque. La chica asesinada nunca pudo cumplir su sueño de casarse, hasta que
encontró un cuerpo ideal: el de Barbie, que se iba a casar dentro de poco, y
para cumplir su sueño le arrebató su cuerpo, dejando su alma solo Dios sabe donde.
Nunca me la
podría librar. Nunca más volvería a ser Bárbara, siempre sería un alma en pena
que buscaba cumplir un sueño que en su tiempo se convirtió en una locura. Con
esos pensamientos fui a mi casa esa noche y con un cuchillo la apuñalé. Ella
tenía los ojos llenos de horror mientras caía al suelo y sangraba, sintiendo
que su vida se iba por manos del amor de su vida. Con voz débil me preguntó que
había hecho y yo le dije que la había liberado. En ese momento miré al espejo y
vi, aterrado, el reflejo de ella, de Bárbara, mi mujer, el amor de mi vida, en
el piso, sangrando y muriendo por mi culpa. Quien alguna vez se había robado el
cuerpo de Barbie, ya se había ido. En ese momento solo estaba Bárbara conmigo,
muriendo de tristeza y dolor porque le hice daño, aun cuando juré no hacerlo.
Pasaron muchos años y nunca pude borrar la imagen de sus ojos. No pasa
un día sin que le pida perdón por lo que le hice, pero nunca es suficiente.
Seguramente lo será, cuando en el momento de la salida del alba, un verdugo
apague mi vida que ya estaba apagada desde que asesiné a mi verdadera esposa.
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